Obviando que los seguratas te cojan del brazo y quieran convertirte en una oveja, como si no lo fueras ya, guiándote a mala leche, por las colas imaginarias de la sala.
No molestarte si una barra con 500 personas sedientas está atendida por una sola persona que, probablemente y dado su sueldo, no tiene ninguna prisa por atenderte.
Obviar cómo se fuma en la sala, sin respuesta ni quejas por parte de nadie.
Esquivar guiris que no saben dónde, cuándo ni por qué están ahí.
Evitar arrebatarle el podio a algún teenager desvocado.
Hacer la vista gorda a adolescentes entrados en acné, sudorosos, que ni saben quién actúa y sólo quieren beber.
Soportar dos horas dentro de ese club de infiero para acabar viendo al grupo invitado casi a las 3 de la mañana, y comprobar cómo su actuación dura 1 hora escasa. Sin bises ni de coña. Estamos locos.
Aguantar estoicamente el frío en la cola de la puerta rodeados por doscientos millones de vendedores de latas de cerveza.
Esquivar las miradas de desdén de seguratas que no tienen una carrera "porque no quisieron", no porque no pudieran. Ja!
Aguantar dos horas y media en guardarropía para acabar pagando 2€!!!!!!!! por prenda. ESTAMOS LOCOS, AGAIN.
Evitar las zonas de suelo no pegajoso. O sea, levitar por la sala.
Esquivar los objetos que el público le lanza a las bandas en el escenario.
Escapar de los bailarines con epilepsia.
No consumir las bebidas de garrafón que, de seguro, te darán un malísimo día siguiente.
(Nota: Todos estos datos han sido comprobados por quien escribe esto, palpando in situ el desastre. No es más que la tristeza de ir viendo cómo una sala mítica acaba convertida en un antro con un derecho de admisión demasiado laxo y un maltrato constante a quienes sí acudimos a Razz por amor a la música)